Ángel de amor (1)

Esa mañana desayunamos juntos, y a las pocas horas, mi amado hijo no estaba. Se había quitado la vida.

Tú hijo mío, lograbas que por un momento olvidáramos todos los temores con tu alegría y esa magia especial única en ti.

Tú hijo mío que hasta los corazones de mucha gente penetrabas, que te adoraban, lo sé muy bien, la manera que hacías reír a la gente… con esa pureza nunca sucede nada malo pero más tarde la película se desdibujaba en una niebla blanca y negra.

Cuando te fuiste es como si mi cerebro se hubiera desconectado, no sabía cómo contestar a las preguntas que me hacían… así que básicamente dejé de hablar por un tiempo, y al final todos dejaron de hablar, al menos sobre eso.

Cuando pierdes a alguien, en ocasiones te convences de que eres el único que ha sufrido esa experiencia, pero no es así.

Hay tantas preguntas sin respuestas, y lo que más duele, la culpa: y si esa mañana no hubiera ido a trabajar, y si, y si….

Creo que cuando pierdes a alguien a quien estás muy unida es como si te perdieras a ti misma, no encuentras sentido a la vida, mueres con tu hijo, pero ya no eres la misma persona, ni nunca lo vas a ser.

Tienes que volver a nacer desde otra forma de ver la vida, desde lo más profundo de tu ser.

Hay muchas experiencias humanas que desafían los límites del lenguaje.

Prefieren un abrazo sincero que palabras vacías.

Nadie que no lo haya vivido lo puede llegar a sentir, es como que a la gente le da miedo acercarse y tropezar por si me hacen derramar la tristeza que oculto en mi interior, aunque a veces, deseo huir de mi propia piel.

Había una barrera entre el mundo y yo, un cristal demasiado grueso para romperlo. Aunque tuviera personas a mi alrededor, yo nunca volvería a ver a mi hijo, la persona junto a mi hija que más quiero.

Tenía que acostumbrarme a permanecer al otro lado de ese cristal inquebrantable.

Necesitaba respuestas y otras personas que hubieran pasado por lo mismo para saber si lo que yo sentía y siento es normal.

Puedo dar las gracias a las personas que participan en el grupo de apoyo al que voy por su sabiduría y amor. Tengo donde agarrarme.

Tenía que hacer algo con todas las emociones que contengo en mi interior, incluida la de la tristeza, miedo y enfado. Es posible que cuando compartimos una historia, por mala que sea, dejamos de pertenecer a ella, que sea ella la que nos pertenezca y tal vez crecer. Al final consiste en saber que no tienes que desempeñar el papel que te dice el curso de la historia, que en lugar de un personaje, podrías ser el autor.

1.- Cuando digo mi niño, mi hombre, mi hijo de pequeño ha sido un niño muy alegre y feliz. Tenía mucha sensibilidad y un gran corazón. No tenía nada suyo, muy desprendido de lo material. Conforme creció, le pesaba la vida. Era como si llevara la vida sobre sus hombros. Cuando estaba mal era como un niño pequeño, asustado.

Cuando estaba bien, un hombre muy sabio.

Yo sé que mi hijo quería vivir. Nadie que esté bien quiere irse. Tan solo dejar de sufrir.

2.- Cuando pierdes a tu hijo no hay palabras para explicarlo. Me quería ir con mi hijo. No podía con ese dolor, pero veía a mi hija… no puedo dejarle este dolor. No se lo merece.

Buscaba personas que hubieran pasado por lo mismo. Pensaba que me estaba volviendo loca. Buscaba libros que me ayudaran…

Se quedan las últimas imágenes, el último abrazo, las últimas palabras se quedan en ti, se repiten una y otra vez.

Se abre una ventana de lo que podría haber hecho. Y si, y si…. :una culpa inmensa.

3.-Cuando digo a la gente le da miedo acercarse. No saben qué decir, y es cierto, porque cualquier palabra te hace daño. Esas palabras que yo había dicho muchas veces.

Un abrazo te da calor humano, protección. Necesitas que te recojan. Que te ayuden a dar el siguiente paso, o a levantar cuantas veces te caigas.

4.- Hay veces que cuando decimos algo solo oímos silencio o ecos, como si estuviéramos gritando en nuestro interior y eso puede resultar muy solitario, pero solo sucede cuando no nos hemos molestado en escuchar de verdad. Eso significa que no estamos listos para escuchar, porque siempre que hablamos suena una voz. Y es el mundo que responde.

Al estar aquí doy mi voz.

Estuvisteis aquí con nosotras… por eso vuestras vidas importan.

Hijo mío:

yo pongo voz a tus palabras

yo pongo voz a tu dolor

yo pongo voz a mi dolor

yo pongo voz a la realidad del suicidio

yo pongo voz al tabú

yo pongo voz a la sociedad

yo pongo voz: no más muertes

“ LLEVO TU CORAZÓN CONMIGO, LO LLEVO EN MI CORAZÓN”

¡TE QUIERO IMANOL!

Aurora Del Río

 

 

Caminando

Yo hablaré de mi experiencia y de mi recorrido en el duelo en este periodo de tres años.

Presentación:

Soy Blanca y vengo desde Vitoria, llevo casi dos años reuniéndome con Aitor, Elena y Aurora, durante un tiempo dos reuniones mensuales y actualmente hacemos una reunión mensual.

Ander mi hijo pequeño, con 20 años de edad, hace casi tres años se suicidó.

Sólo decir y escribir esta palabra aún hoy, me genera una serie de emociones imposibles de clasificar.

Era un palabra tan ajena a mi vida, a mi día a día y a mi forma de ver la vida, que me costó mucho tiempo asumir que era eso lo que había sucedido.

Los sentimientos de incredulidad, de negación, de rabia, de culpa, de escapar de la realidad que tanto dolía, fueron durante mucho tiempo tan fuertes, que ahora, después de pasado este tiempo veo que estuve en estado de shock durante muchos meses.

Tengo que reconocer que desde el primer momento tuve ayuda psicológica, prácticamente diaria durante un mes, con una psicóloga dedicada a ayudar en el duelo, y a través de ella fui a una asociación “Orúmar”, en la que me he sentido ayudada desde el primer momento. En la asociación se trabajaba el duelo con talleres, con charlas, con Cine Forúm, con Meditación, los terapeutas muy buenos, y el pequeño grupo que se formó, me ayudaba mucho, en realidad nos ayudábamos, porque era el sitio adecuado para llorar, expresar y sentir. También es cierto que los duelos eran de diferentes tipos de muerte de los seres queridos, tanto de enfermedad como de accidentes, de mi caso era la única que estaba allí.

En este período de tiempo, una de mis inquietudes era buscar padres, padres que hubieran sufrido la pérdida de un hijo, lo necesitaba, necesitaba ver en otros padres, como se podría sobrevivir al profundo dolor de la pérdida de tu hijo, aún no sabía como podía seguir viviendo con aquel dolor desgarrador, os podéis imaginar que durante muchos días, mí vida era una inercia pura, en la que intentaba anestesiar mi dolor, otros días se me pasaban tantas cosas por la cabeza……de todo tipo…mi vida convertida en locura.

Intenté buscar en Vitoria, padres en una situación similiar y no encontré, después de preguntar, me dieron referencia de Renacer, una Asociación a nivel estatal que tiene sede en varias ciudades, que se reúnen una vez al mes y son padres que un día sus hijos, por un motivo u otro fallecieron, me sentí ayudada y reconfortada, ellos me pusieron en contacto con Elena y Aurora, ya que nuestros hijos habían fallecido en circunstancias muy parecidas.

Nos conocimos en setiembre del 2014, quedamos un día en Alsasua, y a partir de entonces, ya no perdimos el contacto

En aquel momento, como en el actual, cada una de nosotras lleva su propia evolución en el proceso de duelo y pero surgió la idea de juntarnos para apoyarnos y contactamos con Aitor, que se ofreció a ayudarnos y facilitar la dinámica de dichos encuentros.

Hoy por hoy, y después de dos años, seguimos reuniéndonos un sábado al mes. Yo me desplazo hasta Pamplona, porque me siento ayudada y con la sensación de que estoy entre iguales.

Ante todo y sobre todo, quiero decir que me he sentido ayudada en todos los grupos en los que he participado, pero mi búsqueda me ha llevado hasta donde ahora estoy.

No me gustaría hacer ningún tipo de diferencia en los duelos, porque cuando muere un familiar, el dolor puede ser enorme, cuanto este familiar es un hijo, es demoledor, en el caso de los familiares de una persona que se suicida, en mi caso….como madre, el dolor duele hasta sentirte arrasado por dentro. Tierra quemada, es una forma de intentar expresarlo.

Los sentimientos de culpa y de rabia junto con la negación y las preguntas sin respuesta, son los que nos arrasan por dentro, y vuelven una y otra vez, sin piedad, cada día y en cualquier momento, del día… de la noche.

Y cuando el motivo del fallecimiento es una enfermedad o un accidente fortuito, aunque el dolor es enorme, es como que la culpa la tiene el otro vehículo, el coche….. en el caso de enfermedad, los médicos, la medicina, la mala suerte……

Pero en el caso del suicidio, la culpa…..ese peso tan enorme que lleva la culpa, recae sobre nosotros directamente, su familia, su madre en mi caso, que no fui capaz de ver, de intuir siquiera, de no ver un detalle, un detonante que me hiciera pensar cual era su intención.

Es tal la culpa y la rabia, que sin ayuda, es muy difícil salir de ese círculo aterrador que se retroalimento y que te hace pensar en dejar de luchar y dejar de vivir.

Es verdad que en esos momentos, la familia y los amigos, son los apoyos más importantes, pero sobre todo con la familia es muy difícil elaborar el duelo, hay mucho dolor y cada cual lleva el suyo como puede.

Con esto quiero decir que los apoyos son vitales, pero la ayuda externa y profesional también. Esto incluye todo…todo lo que te sirva, todo en lo que te sientas ayudado, terapeutas, psicólogos, terapias, grupos de ayuda y de apoyo…..

Hoy, después de casi tres años, -el aniversario de Ander es el 28 de noviembre-, aunque sé que todavía me queda camino por recorrer, sigo con ayuda de mi psicóloga, de una forma mucho distanciada en el tiempo, acudo a este grupo apoyo que se llama Besarkada-Abrazo, es cierto que me encuentro mas serena, en paz, aceptando paso a paso… poco a poco… la realidad, yo creo que no sólo es el tiempo que ha transcurrido…..sino que es el tiempo transcurrido …..y trabajado…(llorado….expresado…luchado…)

Mi experiencia en los grupos de apoyo, es que el dolor se aligera, se comparten emociones, vivencias, opiniones, estados de ánimo y compruebas que no estás tú solo con tu dolor, el dolor se atenúa. Por otra parte compartirlo te enriquece más como persona, porque hay puntos de vista distintos que habitualmente se nos escapan y que realmente aportan algo nuevo que te puede servir, todo con la dirección y coordinación de un buen facilitador que sepa llevar el grupo con acierto.

Pienso que pedir ayuda es vital, es la mejor señal de querer encontrar una salida …………en definitiva de querer vivir.

Blanca Mendiola

 

 

 

 

 

 

Del fondo del pozo a la vida

No tengo alma. No tengo vida. Ya no existo….

Esa tarde… me dijeron: “Ha muerto” “Se ha quitado la vida”

¿Pero qué es esto? Pero esta crueldad de la vida, ¿¿¿es posible que exista????

Mi vida, mi vida, mi amor, ¡¡¡si apenas unas horas antes te había dejado en casa!!!! No es posible… No puede ser…. ¿Esto es un sueño? Pienso, siento que necesito aunque sea tu último abrazo, una última sonrisa tuya, ver que tus morenos ojos me miran… ¿Y no lo voy a tener?

Mi vida, mi amor, ¿tan lejana a ti estaba que ni siquiera lo intuí? ¿Tan lejana que no pudiste confiar en mí? ¿Tanto te fallé? Mi vida, mi amor, perdóname. Sólo necesito tu perdón y ya no lo puedo oír.

¿Cómo se puede soportar esto? Mi alma no puede.

Sólo quiero amarte y no estás. De repente, no estás. Y no vas a estar. Y necesito desesperadamente amarte y darte todo lo que necesitabas. Pero sólo hay dolor. Un dolor inimaginable para mí. Mi vida, mi amor… es tan inmenso, tan ardiente, que si tú siquiera lo hubieras podido intuir, sería imposible que te hubieras quitado la vida. Porque si tu sufrimiento no lo has soportado, mi dolor te habría espantado. Nadie que quiera a alguien, le puede dejar este legado. Legado de destrucción total, un legado de muerte que cada día, cada hora vuelve a comenzar, se renueva como una pesadilla interminable.

Pesadilla que conforme pasa el tiempo, cada vez aumenta más y más su intensidad. No entiendo cómo mi cuerpo, mi corazón, no han saltado hecho añicos, no entiendo cómo sigue bombeando, si yo ya he muerto de dolor. Qué pesadilla que mi cuerpo siga viviendo, que mi corazón siga latiendo…. ¿Pero cómo no se ha parado ya en seco ? ¿Es su propia inercia?

Amor mío, ¿por qué me apartaste de tu mente, de tu corazón? ¿Acaso pensaste que con el tiempo lo superaría? ¿Acaso imaginaste que podría vivir sin ti? ¿Acaso pensaste que eras prescindible? ¡¡¡Mírame: yo soy tú, tú eres yo, estamos unidos, íntimamente unidos!!!. ¡¡Somos uno!!! Adoro tu sonrisa, adoro tu voz, adoro tu Ser. Hagas lo que hagas, pienses lo que pienses, seas quien seas, en tus más profundos fracasos, te amo y sólo te siento a tí, único, maravilloso, adorable. ¿Ves? Es amor. Sé que me amabas profundamente, pero te enredaste poco a poco y fuiste perdiendo tu abanico de mirada, lo fuiste reduciendo a tu angustia, a tu sufrimiento, y éstos inevitablemente comenzaron a aumentar y a aumentar y así te fuiste olvidando de tantas cualidades tuyas, de tanta maravilla que eras, de tanto amor que te rodeaba…. Y todo esto no lo supe ver…¡¡ cuánto dolor!!

Te amo tanto que hasta sentí que hubiera sido mejor no haberte conocido, para que este insoportable sufrimiento no hubiera aparecido. Pero tú sigues grabado en cada poro de mi piel, en cada cachito de mí. Y tengo que soportar seguir viviendo. Los minutos se hacen eternos, estar viva una hora es un esfuerzo de titanes. ¡Y mira que ha pasado tiempo….! Porque tu ausencia y la culpa me matan a cada instante. Y me reprocho, ¿cómo no pude darme cuenta? ¿Cómo te tuviste que sentir en tu soledad callada? ¿No merecí tu confianza? Y me respondo: “todos estos años…. te fallé” “no supe estar a tu altura”… Te imagino una y otra vez sufriendo, en una intensidad que yo no percibía, y sintiéndote sólo, sin mi apoyo, sin mí, porque yo estaba ocupada, y ¡¡eso me mata!!

Miro el pasillo de casa y pienso que no volverás a aparecer en ninguna de sus puertas. ¿Esto es la vida? En un instante ya no estás y ya no vas a volver a estar.

Y pido perdón a los vivos, a los seres amados que viven a mi lado. Os grito desesperadamente: ¡¡¡no me abandonéis, no me dejéis de lado, seguid cuidándome, aunque haya pasado el tiempo, amadme, os necesito!!! Pero por favor, perdonadme porque no os puedo mostrar mi amor, no os puedo devolver nada, porque estoy muerta. No tengo fuerzas, no tengo vida para no fallaros, para daros lo que necesitéis de mí. Lo siento. Y os suplico, no me pidáis que lo supere, no me pidáis que esté bien, pues es una tortura añadida… Ya no puedo más. Lo siento. ¿Dónde están los sentimientos?… Se han ido. Estoy vacía de ellos. Todo lo copan el dolor y la culpa.

Leo este escrito que hice hace menos de tres años, y me doy cuenta del camino hecho. Es un proceso en el que durante mucho, mucho tiempo no se ve luz, no la hay. Me resultaba increíble y además imposible imaginar que pudiera ni siquiera haber una mínima posibilidad de poder llegar a vivir con un mínimo de sosiego. Suponía que eso era para otro tipo de personas, pero no para mí. Yo no podía vivir con semejante sufrimiento, y éste era imposible que pudiera disminuir porque la realidad de los hechos y de mis propios “fallos” eran y son innegables. Entonces, ¿qué otra forma de mirar había? ¿Qué otra forma de vivirlos había? Hoy puedo decir que vivo en paz. A veces me emociono, cuando me surgen recuerdos, sensaciones…, o cuando leo sobre lo que he vivido, y sigo en paz, porque me comprendo. Comprensión que abarca también todos esos “fallos” que tuve. También sé que estuve sujeta a la vida durante mucho tiempo por un hilo fino, muy fino, al igual que les ha pasado y pasa a muchos sobrevivientes al suicidio de un ser querido, donde la muerte parece que es la única salida real a la necesidad imperiosa de descansar de tanto sufrimiento.

Este camino es duro, muy duro, pero es posible y muy real. Para mí fue como si de repente, se me hubiera transportado de mi mundo (completamente normal, con sus alegrías y sufrimientos) a otro mundo absolutamente infernal, donde sólo hay dolor y dolor, y sufrimiento y sufrimiento, sin descanso, continuo…¡¡¡y sin salida!!! Instalada allí por la realidad de los hechos, la imposibilidad de volver a mi mundo anterior con la oportunidad de poder corregir toda una serie innumerable de “fallos que tuve” y así volver a tenerle junto a mí me sumergió en una espiral de autodestrucción psicológica emocional absoluta. Afortunadamente en medio de esta vorágine tuve el sostén de personas que me querían muy profundamente, y también de una en especial que me transmitía que había salida. Un ejemplo para mí al que me agarré desesperada. Para ello tuve que aceptar que estaba en ese mundo infernal, en ningún otro, y comenzar a observar cómo funcionaba, qué mecanismos son los que lo rigen, profundizar hasta llegar a conocerlos. Porque ese mundo infernal lo creaba y alimentaba yo. Poco a poco, muy poco a poco, fui desarrollando la claridad psicológica para decidir salir de ahí. Con muchos e intensos altibajos, comencé a andar un camino que parecía invisible. Hoy sé que he salido de ahí, y sobre todo, vivo en paz con los hechos. Y qué duda cabe, mi comprensión y conocimiento de muchas cosas se han desarrollado como no me imaginaba, tal y como describen tantas y tantas personas que han podido traspasar experiencias traumáticas y dolorosas. Pero sobre todo, sé que todos tenemos esas capacidades, las mismas, y que el sufrimiento nos dirige a ellas cuando necesitamos salir de él. No hay nadie especial que esté “tocado por una estrella”. Como personas humanas que somos, todas llevamos con nosotros un mundo de posibilidades personales de las que no somos conscientes, en muchos casos, hasta que nos toca hacerlo por la realidad de los hechos.

La ayuda de personas que han transitado por este camino en muchos casos nos resulta necesaria. Es el caso de quienes hemos iniciado esta asociación. Por ello, nuestro principal objetivo, es estar ahí, acompañarnos en estas circunstancias tan duras para ir transitando por ellas, rompiendo la soledad en el sufrimiento que es tan habitual en los que quedamos tras las muertes por suicidio de nuestros seres queridos, soledad aún más intensa al estar alimentada por el tabú que nuestra cultura ha instalado en la sociedad y que ha hecho que se silencie y se aleje lo más posible de ella todo lo que rodee a la realidad del suicidio.

Elena Aisa