El Sentido de la Vida

Voy a empezar contando un cuento.

Es la historia de alguien que después de fallecer llega a un lugar paradisíaco, en el que hay una vegetación exuberante, con una gran diversidad de flores y frutos, cuyas fragancias y colores transmiten  al espacio una sensación de exquisita abundancia.

Se oye un murmullo derivado de la copiosa vida animal que habita ese paraje, con un sonido de fondo, de un bello salto de un agua cristalina que se divisa a cierta distancia.

La persona se encuentra tan sorprendida por la belleza y armonía del entorno, que le produce tanto bienestar, que le viene la idea de “esto tiene que ser el Cielo”.

En este magnífico escenario se da cuenta de que hay una parcela que está libre de vegetación y le llega la imagen de una casa que encaja perfectamente en el espacio y que se alinea con su gusto arquitectónico. De repente la casa se materializa.

Entra en la casa, se encuentra fascinado pues la decoración se adecúa a su concepto con una elegancia y refinamiento inusitados. Al llegar al salón ve un mullido sofá sobre el que se deja caer tirado por la gravedad y en su posición desgarbada  le viene a la mente su tema musical favorito e inmediatamente empieza a sonar con una calidad excelente.

Después de una fabulosa audición de sus temas favoritos, siente hambre, decide ir a la cocina mientras se acuerda de su plato preferido, el cual aparece exquisitamente cocinado. Siente el deseo de acompañarlo con un delicioso vino y en una fracción de segundo dispone de una botella de un singular caldo.

Vuelve al salón donde se repantiga en el cómodo sofá, se acuerda de una melodía de la que disfrutó en una etapa de su vida y de nuevo su sonido le envuelve. Se siente sorprendido de que todo deseo sea súbitamente saciado, se acuerda cómo en su vida anterior sufría por no poder satisfacer tantos anhelos y siente la euforia  del poder que le confiere su nueva situación, en la que hasta el más mínimo capricho es colmado.

Está anocheciendo y  le invade cierta sensación de soledad, siente el deseo de alguien que pudiera aplacar sus necesidades de afecto y compañía, ipso facto suena el timbre, acude a abrir la puerta y con gran asombro es testigo de una persona que con una espectacular estampa le dice:

Hola, tengo muchas ganas de conocerte”.

Le invita a pasar y en esos primeros compases del mutuo conocimiento se da cuenta que su amor a primera vista es correspondido. El encuentro es una escalada de intensas sensaciones y emociones agradables que configura la más sublime noche de amor. Justo antes del descanso del sueño ante tan vívida experiencia, le viene una voz interna que le dice:
Definitivamente esto es el CIELO”

Los días trascurrían de manera suave, pero poco a poco iban perdiendo su brillo inicial, la rutina se encargaba de menguar aquella naciente dicha, además cada vez le resultaba más difícil encontrar nuevas experiencias que mantuvieran encendido su gozo.

La insatisfacción empezaba a asomar en su nueva vida, no podía comprenderlo, tenía el acceso a todo lo que un ser humano podía aspirar y sin embargo no podía sostener su felicidad. Además de forma gradual iba tomando conciencia de que su deseo se había intensificado y que de manera compulsiva se iba trasformando en un ansia insaciable.

En la lejanía, alguna vez que había hecho una larga caminata, había divisado la imagen de alguien que respondía a la idea de Dios, un Señor mayor de pelo cano, que con una túnica blanca se encontraba en una postura contemplativa. Cuando lo vio pensó que era mejor no ir a hablar con Él, ya que el diseño de su actual vida era tan perfecto, que no fuera a ponerse en entredicho.

La situación empeoraba y por fin tomó la decisión de ir a conversar con Dios. Una vez en su presencia después de presentarse y mostrarle su respeto le dijo:

Siento mucha gratitud por todo lo que estoy recibiendo, pero me encuentro tan contrariado que me gustaría bajar al infierno una semana para poder así valorar todo lo que dispongo”.

Dios que se encontraba con una mirada perdida, le miró a los ojos y con un tono grave le contestó:

Y dónde crees que estás pues”.

Esta es la trampa en la que nos encontramos, la sociedad en la que vivimos nos trasmite la idea de que a mayor consecución de logros, nos hallamos en una posición más favorable para  acercarnos a esa tan anhelada felicidad.

Puedo recordar en mi trayectoria vital esos momentos en los que disponía de auténticas quimeras, en las que mi ensoñación interpretaba que su obtención era el camino hacia una dicha duradera. La experiencia me demostró que la materialización de aquellas proyecciones: pareja ideal, maravilloso trabajo, aprendizaje de habilidades… no me proporcionaban aquella alegría perdurable que tanto anhelaba.

No hemos recibido un manual de instrucciones que nos guíe en ese intento de dar sentido a nuestras vidas, hay mucha gente que no lo echa en falta y siguen como el/la protagonista del cuento, empeñados en conseguir la felicidad a través de la consecución de experiencias agradables.

Algunas/os de nosotras/os a causa de la insatisfacción emprendemos un camino de búsqueda en el intento de  comprender como necesitamos reorientar nuestras vidas.  Incluso hay otras personas a quienes la vida les desafía con grandes retos y en vez de resignarse a ser una víctima,  la aparente desdicha que asoma en sus vidas,  es el origen de un discernimiento que les ayuda a transformarlas de manera significativa.

Hace años leí un libro “El hombre en busca de sentido” de Viktor Frankl, me trasmitió admiración y más comprensión acerca del significado de la existencia humana. Esta persona cuenta como siendo víctima el holocausto nazi; allí perdió a su mujer, a sus padres y a muchos/as amigos/as, dio sentido a su experiencia en una de las mayores atrocidades que ha cometido el ser humano sobre sus semejantes.

Venía a decir: Nos quitaron hasta la dignidad, pero hubo algo  de lo que no nos pudieron despojar y eso fue, con que actitud queríamos vivir aquella horrible experiencia. Algunos de nosotros optamos por ayudar a los que lo estaban pasándolo peor y ese fue el motor que nos hizo sobrevivir a aquella maquinaria de exterminio.

En la medida que pasa la vida voy comprendiendo que el deseo centrado en mí mismo no es una fuente de satisfacción duradera y además muchas veces es la causa del conflicto con mis semejantes. Sin embargo el interés y el apoyo desinteresado a quienes lo necesitan no me llevan a la euforia, sino que a una sensación de mayor dicha interior.

Me viene a la mente el bello poema de Rabindranath Tagore:

“Soñaba y creía que la vida era alegría,
Desperté y comprendí que la vida era servicio,
Serví y descubrí que el Servicio es alegría”.

Nota. Con este escrito no pretendo decir que el Servicio es el Sentido de la Vida, sino que es un importante ingrediente para dar significado a mi existencia.