56 personas se quitaron la vida en Navarra en 2015

De los fallecidos por suicidio, diez más que en 2014, el 51,8% fueron varones y el 48,2%, mujeres.
Esta causa duplica el número de personas que murieron el año pasado en accidente de tráfico, que fueron 25.

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Más de 5.000 personas han perdido a un ser querido por suicidio en 15 años

Desde el 2000, un total de 831 personas se han quitado la vida en Navarra.

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Ángel de amor (1)

Esa mañana desayunamos juntos, y a las pocas horas, mi amado hijo no estaba. Se había quitado la vida.

Tú hijo mío, lograbas que por un momento olvidáramos todos los temores con tu alegría y esa magia especial única en ti.

Tú hijo mío que hasta los corazones de mucha gente penetrabas, que te adoraban, lo sé muy bien, la manera que hacías reír a la gente… con esa pureza nunca sucede nada malo pero más tarde la película se desdibujaba en una niebla blanca y negra.

Cuando te fuiste es como si mi cerebro se hubiera desconectado, no sabía cómo contestar a las preguntas que me hacían… así que básicamente dejé de hablar por un tiempo, y al final todos dejaron de hablar, al menos sobre eso.

Cuando pierdes a alguien, en ocasiones te convences de que eres el único que ha sufrido esa experiencia, pero no es así.

Hay tantas preguntas sin respuestas, y lo que más duele, la culpa: y si esa mañana no hubiera ido a trabajar, y si, y si….

Creo que cuando pierdes a alguien a quien estás muy unida es como si te perdieras a ti misma, no encuentras sentido a la vida, mueres con tu hijo, pero ya no eres la misma persona, ni nunca lo vas a ser.

Tienes que volver a nacer desde otra forma de ver la vida, desde lo más profundo de tu ser.

Hay muchas experiencias humanas que desafían los límites del lenguaje.

Prefieren un abrazo sincero que palabras vacías.

Nadie que no lo haya vivido lo puede llegar a sentir, es como que a la gente le da miedo acercarse y tropezar por si me hacen derramar la tristeza que oculto en mi interior, aunque a veces, deseo huir de mi propia piel.

Había una barrera entre el mundo y yo, un cristal demasiado grueso para romperlo. Aunque tuviera personas a mi alrededor, yo nunca volvería a ver a mi hijo, la persona junto a mi hija que más quiero.

Tenía que acostumbrarme a permanecer al otro lado de ese cristal inquebrantable.

Necesitaba respuestas y otras personas que hubieran pasado por lo mismo para saber si lo que yo sentía y siento es normal.

Puedo dar las gracias a las personas que participan en el grupo de apoyo al que voy por su sabiduría y amor. Tengo donde agarrarme.

Tenía que hacer algo con todas las emociones que contengo en mi interior, incluida la de la tristeza, miedo y enfado. Es posible que cuando compartimos una historia, por mala que sea, dejamos de pertenecer a ella, que sea ella la que nos pertenezca y tal vez crecer. Al final consiste en saber que no tienes que desempeñar el papel que te dice el curso de la historia, que en lugar de un personaje, podrías ser el autor.

1.- Cuando digo mi niño, mi hombre, mi hijo de pequeño ha sido un niño muy alegre y feliz. Tenía mucha sensibilidad y un gran corazón. No tenía nada suyo, muy desprendido de lo material. Conforme creció, le pesaba la vida. Era como si llevara la vida sobre sus hombros. Cuando estaba mal era como un niño pequeño, asustado.

Cuando estaba bien, un hombre muy sabio.

Yo sé que mi hijo quería vivir. Nadie que esté bien quiere irse. Tan solo dejar de sufrir.

2.- Cuando pierdes a tu hijo no hay palabras para explicarlo. Me quería ir con mi hijo. No podía con ese dolor, pero veía a mi hija… no puedo dejarle este dolor. No se lo merece.

Buscaba personas que hubieran pasado por lo mismo. Pensaba que me estaba volviendo loca. Buscaba libros que me ayudaran…

Se quedan las últimas imágenes, el último abrazo, las últimas palabras se quedan en ti, se repiten una y otra vez.

Se abre una ventana de lo que podría haber hecho. Y si, y si…. :una culpa inmensa.

3.-Cuando digo a la gente le da miedo acercarse. No saben qué decir, y es cierto, porque cualquier palabra te hace daño. Esas palabras que yo había dicho muchas veces.

Un abrazo te da calor humano, protección. Necesitas que te recojan. Que te ayuden a dar el siguiente paso, o a levantar cuantas veces te caigas.

4.- Hay veces que cuando decimos algo solo oímos silencio o ecos, como si estuviéramos gritando en nuestro interior y eso puede resultar muy solitario, pero solo sucede cuando no nos hemos molestado en escuchar de verdad. Eso significa que no estamos listos para escuchar, porque siempre que hablamos suena una voz. Y es el mundo que responde.

Al estar aquí doy mi voz.

Estuvisteis aquí con nosotras… por eso vuestras vidas importan.

Hijo mío:

yo pongo voz a tus palabras

yo pongo voz a tu dolor

yo pongo voz a mi dolor

yo pongo voz a la realidad del suicidio

yo pongo voz al tabú

yo pongo voz a la sociedad

yo pongo voz: no más muertes

“ LLEVO TU CORAZÓN CONMIGO, LO LLEVO EN MI CORAZÓN”

¡TE QUIERO IMANOL!

Aurora Del Río

 

 

Caminando

Yo hablaré de mi experiencia y de mi recorrido en el duelo en este periodo de tres años.

Presentación:

Soy Blanca y vengo desde Vitoria, llevo casi dos años reuniéndome con Aitor, Elena y Aurora, durante un tiempo dos reuniones mensuales y actualmente hacemos una reunión mensual.

Ander mi hijo pequeño, con 20 años de edad, hace casi tres años se suicidó.

Sólo decir y escribir esta palabra aún hoy, me genera una serie de emociones imposibles de clasificar.

Era un palabra tan ajena a mi vida, a mi día a día y a mi forma de ver la vida, que me costó mucho tiempo asumir que era eso lo que había sucedido.

Los sentimientos de incredulidad, de negación, de rabia, de culpa, de escapar de la realidad que tanto dolía, fueron durante mucho tiempo tan fuertes, que ahora, después de pasado este tiempo veo que estuve en estado de shock durante muchos meses.

Tengo que reconocer que desde el primer momento tuve ayuda psicológica, prácticamente diaria durante un mes, con una psicóloga dedicada a ayudar en el duelo, y a través de ella fui a una asociación “Orúmar”, en la que me he sentido ayudada desde el primer momento. En la asociación se trabajaba el duelo con talleres, con charlas, con Cine Forúm, con Meditación, los terapeutas muy buenos, y el pequeño grupo que se formó, me ayudaba mucho, en realidad nos ayudábamos, porque era el sitio adecuado para llorar, expresar y sentir. También es cierto que los duelos eran de diferentes tipos de muerte de los seres queridos, tanto de enfermedad como de accidentes, de mi caso era la única que estaba allí.

En este período de tiempo, una de mis inquietudes era buscar padres, padres que hubieran sufrido la pérdida de un hijo, lo necesitaba, necesitaba ver en otros padres, como se podría sobrevivir al profundo dolor de la pérdida de tu hijo, aún no sabía como podía seguir viviendo con aquel dolor desgarrador, os podéis imaginar que durante muchos días, mí vida era una inercia pura, en la que intentaba anestesiar mi dolor, otros días se me pasaban tantas cosas por la cabeza……de todo tipo…mi vida convertida en locura.

Intenté buscar en Vitoria, padres en una situación similiar y no encontré, después de preguntar, me dieron referencia de Renacer, una Asociación a nivel estatal que tiene sede en varias ciudades, que se reúnen una vez al mes y son padres que un día sus hijos, por un motivo u otro fallecieron, me sentí ayudada y reconfortada, ellos me pusieron en contacto con Elena y Aurora, ya que nuestros hijos habían fallecido en circunstancias muy parecidas.

Nos conocimos en setiembre del 2014, quedamos un día en Alsasua, y a partir de entonces, ya no perdimos el contacto

En aquel momento, como en el actual, cada una de nosotras lleva su propia evolución en el proceso de duelo y pero surgió la idea de juntarnos para apoyarnos y contactamos con Aitor, que se ofreció a ayudarnos y facilitar la dinámica de dichos encuentros.

Hoy por hoy, y después de dos años, seguimos reuniéndonos un sábado al mes. Yo me desplazo hasta Pamplona, porque me siento ayudada y con la sensación de que estoy entre iguales.

Ante todo y sobre todo, quiero decir que me he sentido ayudada en todos los grupos en los que he participado, pero mi búsqueda me ha llevado hasta donde ahora estoy.

No me gustaría hacer ningún tipo de diferencia en los duelos, porque cuando muere un familiar, el dolor puede ser enorme, cuanto este familiar es un hijo, es demoledor, en el caso de los familiares de una persona que se suicida, en mi caso….como madre, el dolor duele hasta sentirte arrasado por dentro. Tierra quemada, es una forma de intentar expresarlo.

Los sentimientos de culpa y de rabia junto con la negación y las preguntas sin respuesta, son los que nos arrasan por dentro, y vuelven una y otra vez, sin piedad, cada día y en cualquier momento, del día… de la noche.

Y cuando el motivo del fallecimiento es una enfermedad o un accidente fortuito, aunque el dolor es enorme, es como que la culpa la tiene el otro vehículo, el coche….. en el caso de enfermedad, los médicos, la medicina, la mala suerte……

Pero en el caso del suicidio, la culpa…..ese peso tan enorme que lleva la culpa, recae sobre nosotros directamente, su familia, su madre en mi caso, que no fui capaz de ver, de intuir siquiera, de no ver un detalle, un detonante que me hiciera pensar cual era su intención.

Es tal la culpa y la rabia, que sin ayuda, es muy difícil salir de ese círculo aterrador que se retroalimento y que te hace pensar en dejar de luchar y dejar de vivir.

Es verdad que en esos momentos, la familia y los amigos, son los apoyos más importantes, pero sobre todo con la familia es muy difícil elaborar el duelo, hay mucho dolor y cada cual lleva el suyo como puede.

Con esto quiero decir que los apoyos son vitales, pero la ayuda externa y profesional también. Esto incluye todo…todo lo que te sirva, todo en lo que te sientas ayudado, terapeutas, psicólogos, terapias, grupos de ayuda y de apoyo…..

Hoy, después de casi tres años, -el aniversario de Ander es el 28 de noviembre-, aunque sé que todavía me queda camino por recorrer, sigo con ayuda de mi psicóloga, de una forma mucho distanciada en el tiempo, acudo a este grupo apoyo que se llama Besarkada-Abrazo, es cierto que me encuentro mas serena, en paz, aceptando paso a paso… poco a poco… la realidad, yo creo que no sólo es el tiempo que ha transcurrido…..sino que es el tiempo transcurrido …..y trabajado…(llorado….expresado…luchado…)

Mi experiencia en los grupos de apoyo, es que el dolor se aligera, se comparten emociones, vivencias, opiniones, estados de ánimo y compruebas que no estás tú solo con tu dolor, el dolor se atenúa. Por otra parte compartirlo te enriquece más como persona, porque hay puntos de vista distintos que habitualmente se nos escapan y que realmente aportan algo nuevo que te puede servir, todo con la dirección y coordinación de un buen facilitador que sepa llevar el grupo con acierto.

Pienso que pedir ayuda es vital, es la mejor señal de querer encontrar una salida …………en definitiva de querer vivir.

Blanca Mendiola

 

 

 

 

 

 

Acto de presentación de la asociación Besarkada Abrazo

presentacion besarkada ok

El próximo 19 de noviembre Día Internacional de los Supervivientes al Suicidio, se realizará el acto de presentación de nuestra asociación Besarkada Abrazo (Asociación de Personas Afectadas por el Suicidio de un Ser Querido).

El acto se celebrará a las 11:30 h. en el auditorio de Civican de la Avenidad Pío XII, 2 de Pamplona.

En la Estela de un Suicidio

Como facilitador de un grupo de personas que se enfrentan a la pérdida de un ser querido debido a un suicidio, quiero dedicar este escrito a la tremenda situación que supone la pérdida de alguien con quien teníamos un importante vínculo emocional y decidió poner fin a su vida.

EL suicidio en la cultura occidental ha sido percibido como algo pernicioso. Antiguamente los intentos de suicidio, llegaron a ser considerados delitos a nivel penal y en el plano religioso como una afrenta a Dios, con el argumento de que es Él quien nos proporciona la vida y por lo tanto es el único que tiene derecho a quitárnosla. En España hasta el año 1983 se prohibían enterrar en el cementerio cristiano a quienes habían acabado con su vida.

Esta visión nada compasiva e inquisidora que ha persistido durante muchos años, aunque hoy no se materialice en condenas concretas, ha favorecido la existencia de un estigma social que rodea a esta situación dramática, que hace que se viva esta experiencia con vergüenza y que lleva a muchos sufrientes a vivir su duelo en secreto o aislamiento, algo que va a suponer una dificultad añadida a la hora de su resolución.

De acuerdo con la OMS, aproximadamente un millón de personas se suicidan cada año, dejando una media de entre seis y ocho seres queridos profundamente afectados por un devastador sufrimiento.

La mayor parte de las personas que recurren al suicidio lo hacen porque creen que es el único recurso que les queda para dejar de sufrir. Recuerdo las palabras de alguien que sobrevivió a una fuerte crisis:

“No es que yo quisiera quitarme la vida, sino que fue la única vía que encontré para poner fin al profundo sufrimiento que padecía.”

Varias pueden ser las razones por las que alguien pueda suicidarse:

1) Situaciones como las de algunas personas que consideran que lo que les queda por vivir no merece la pena, ya que se encuentran sumidas en el deterioro paulatino de un envejecimiento o padeciendo enfermedades progresivas incurables, en las que además de sentir que no tienen una digna calidad de vida, pudieran incluso percibirse como una pesada carga para su entorno más cercano.

El hecho de que alguien en esta situación decida acabar con su vida, aunque incluso no sea compartida esta opinión por algunos seres queridos y siempre y cuando no existan unas fuertes creencias religiosas que consideren ese acto como una afrenta a Dios, podrá ser vivido en general con comprensión y un componente de liberación.

2) También puede suceder que el suicidio sea la culminación de un largo proceso de intenso sufrimiento psicológico, típico de algunas enfermedades mentales. Después de un hecho como éste, podría suceder que sus seres queridos puedan llegar a experimentar un sentimiento de alivio, que provenga tanto por que el suicida haya puesto fin a una vida trágica condenada a un gran sufrimiento y por otro por que se sientan liberados de la carga de tener que acompañarle durante tan dolorosas situaciones.

Al margen de estas situaciones en la que la decisión es motivada porque la vida no reúne unos mínimos de calidad, el enfrentarnos a la experiencia de que alguien con quien teníamos un vínculo emocional significativo decide acabar con su vida, puede llegar a convertirse en una vivencia devastadora. Este es el desgarrador testimonio de un ser querido:

“Mi vida, yo, me rompí completamente el día que mi hijo de 20 años se suicidó. Así me sentí. Yo que pensaba que más de lo que había sufrido hasta ese día, poco más podía ya sufrir…. Pero apareció un dolor que jamás hubiera podido ni imaginar que existía, y con él la culpa de que no lo hice lo suficientemente bien para haberle ayudado en su sufrimiento y de que el haberle fallado, provocó la muerte del ser de mis entrañas amado. Me rompí en millones de cachitos. La vida para mí ya no existía, y yo sentí que con semejante dolor, yo ya no podía vivir. El amor de todos mis seres queridos, aunque me era imprescindible, no era suficiente para poder sentir ni el más mínimo aliciente de vivir.”

El suicidio deja a sus víctimas con un legado de dolorosas y conflictivas emociones. Voy a intentar comentar aspectos que serán específicos de este tipo de pérdida y que serán comunes para la mayoría de los supervivientes. Partiendo de la base de que cada situación será única, no existiendo dos personas que vivan su aflicción con la misma intensidad y duración.

Un importante punto de partida ante este complejo proceso de duelo que queremos resolver será considerar el papel que pueden jugar los pensamientos inconscientes. Ya que este mundo mental, dejado a la deriva puede amplificar de manera reiterativa y significativa nuestro dolor emocional.

Estas próximas líneas son el testimonio de alguien que ha llegado a tener una comprensión de las dinámicas del dolor emocional estimulado por el pensamiento inconsciente, evitando de esta manera caer en el callejón sin salida de la “desesperación y locura” como ella lo menciona:

“Estoy aprendiendo a observarme, a que cuando me embarga el dolor, estar consciente, vivirlo, (sigo llorando), no alimentarlo con pensamientos…, dándome cuenta de que cuándo aparecen los pensamientos sobre mi hijo y yo, voy cogiendo fuerzas para elegir no identificarme con ellos: con los recuerdos, con su ausencia, con las añoranzas de sus anécdotas, con la culpa…, ya que al haber estado ahí, sé que ahí sí que no hay salida, sólo desesperación y locura.”

En el párrafo anterior leemos con respecto a los pensamientos: voy cogiendo fuerzas para elegir no identificarme con ellos”. Tenemos un conocimiento muy pobre de cómo funciona nuestro mundo emocional, una gran parte del sufrimiento es autoinfligido, lo avivamos nosotros cuando nos dejamos llevar por el pensamiento automático asociado al dolor emocional.

No podemos cambiar los pensamientos que emergen súbitamente en nuestra pantalla mental, nuestro margen de maniobra consistirá en ¿qué hacer con ellos? Podemos de manera inconsciente seguir pensando sobre ellos o elegir no hacerlo, constatando que si los observamos sin identificarnos, nuestra aflicción emocional irá perdiendo fuerza.

Nuestras mentes están acostumbradas al pensamiento inconsciente, por lo que para poder optar por la no identificación se requerirá de un adiestramiento mental. Para ello existen poderosas herramientas que facilitarán el desarrollo de conciencia de la experiencia interior, como la meditación y el mindfulness.

El suicidio, por su propia naturaleza, dejará muchas preguntas en el aire, lo cual será un caldo de cultivo muy favorable para el incremento del pensamiento inconsciente.

Excepto cuando la evidencia de anteriores intentos de suicidio daba pistas de que pudiera volver a repetirse la tentativa, un número considerable de ellos sucedieron sin que sus seres queridos se hubieran planteado la posibilidad de que acontecieran.

Cuando alguien no comunicó en vida o dejó un escrito expresando por qué decidió poner fin a su existencia, dejará a sus seres queridos con el reiterado intento de averiguar por qué fue llevado a cabo, sumidos en una infructuosa búsqueda de respuestas ante el desastre.

Preguntas como: ¿Por qué lo hizo? ¿por qué no me di cuenta? ¿nos dio pistas de que pudiera suceder, pero no las entendimos? ¿podíamos haberlo evitado? ¿cómo le he fallado para que haya llegado a suicidarse?… Todo ello será un terreno idóneo para que el pensamiento inconsciente pueda convertirse en obsesivo. Esta estéril búsqueda de respuestas que nunca llegan, será una constante que generará sufrimiento y agotamiento.

El hecho de que un suicidio se haya cometido de manera violenta, favorecerá el que los seres queridos se encuentren obsesionados con fantasías o con recuerdos de lo que vieron. Por lo que será muy conveniente el adiestrar a la mente a no identificarse con lo que aparece en la pantalla mental, evitando de esta manera dar energía a imágenes terriblemente dolorosas.

Es normal que las personas más próximas al suicida padezcan emociones de culpabilidad. Las víctimas se encontrarán atrapadas en una interminable sucesión de ideas en las que se lamentarán de no haber evitado el suicidio.

¿Teníamos que haber evitado que esto sucediera? Si sólo hubiéramos hecho esto o aquello…

A veces tendemos a hacernos responsables de las decisiones de otras personas y en este caso los verdaderos responsables de poner fin a sus vidas fueron quienes las llevaron a cabo, esta comprensión será necesaria para mirar a la culpa de una manera más realista y poder liberarnos de su atadura.

Las personas que tienen dificultad con la expresión del enfado suelen tender a volverlo hacia ellas mismas. La pérdida de un ser querido que ha muerto por suicidio será un favorable terreno para la autoflagelación a través de la culpa.

Un ingrediente fundamental para la sanación será el desarrollar una mirada compasiva hacia nosotros/as mismos/as, especialmente con emociones como la culpa.

El enfado hacia el suicidado puede proceder de un sentimiento de sentirse rechazado/a, abandonado/a, traicionado/a y también por la carga de tener que cooperar con una situación tan dramática “¿Cómo has podido hacernos esto?” sintiendo que quien lo hizo se liberó, dejándoles enfangados en esa horrible experiencia.

Los sentimientos de vergüenza son comunes, el suicidio deja una sensación de fracaso, el de no haber estado a la altura para que ese acto no hubiera ocurrido. La pérdida de un/a hijo/a, pareja… nos puede llevar a contemplarnos estigmatizados con una visión negativa sobre nosotros mismos.

“Una parte de mí se sentía avergonzada, mi mente me decía esto no pasa en buenas familias, si hubiera podido hablar entonces con alguien que hubiera pasado a través de esta experiencia…”

Como consecuencia de esto, hay familias que han negado la realidad de que su ser querido se suicidó y el hecho de que permanezca como secreto, hace que sea una barrera para la sanación de esta herida profunda y dolorosa.

A veces los seres queridos pueden percibir que haya personas que les evitan, lo cual puede reforzar la idea de que son rechazados, cuando en realidad la evitación no es consecuencia de un juicio de condena, sino de una huida ante la sensación de no saber cómo interactuar con alguien que ha perdido por suicidio a un ser amado.

El suicidio de un ser querido puede proporcionar sentimientos de una tremenda inseguridad, puede minar la falsa sensación con la que vivimos de que el mundo es un espacio seguro y proporcionarnos una impresión de que en cualquier momento otra tragedia puede suceder.

Durante los primeros meses después de la M del ser querido es bastante común tener ideas de acabar con la propia vida, que casi seguro no se llevarán a cabo.

“Aunque no se me había pasado nunca por la cabeza suicidarme, uno de mis mayores miedos después de la muerte de mi hermana fue que yo pudiera hacer lo mismo. Ella murió cuando tenía 23 años y fue una experiencia de gran alivio llegar a cumplir los 24. Si hubiese habido alguien que me pudiera haber comentado que esta era una reacción normal al suicidio, me habría ayudado a liberarme de aquella proyectada amenaza.”

El principal motivo por el cual quitarse de en medio ante la pérdida de un ser amado por suicidio, será el huir de tan dolorosa experiencia.

Aunque hasta aquí he pretendido comentar sobre las emociones que son el legado exclusivo de una muerte por suicidio, no obstante quiero nombrar también la inmensa tristeza que emergerá de tan dolorosa experiencia, siendo un factor común a cualquier pérdida.

La resolución del duelo dependerá, de que de manera activa nos hagamos cargo de cada una de las formas en las que el dolor se expresa y podamos aceptar la realidad de la pérdida, diciendo “adiós” a lo que nunca más podrá ser vivido.

Este es el testimonio de alguien que ha conseguido ir dejando atrás el doloroso pasado, soltando los vínculos con su ser querido y a pesar de su miedo a lo que pudiera esto representar, se da cuenta de que… sucede lo contrario.

Veo los recuerdos, y los miro, y he adquirido la energía para poder elegir no darles una vida que ya no tienen, y siento que serían un gran peso que me aplastaría y me cerrarían las puertas de ahondar en la Vida. Esto no quita para que me sigan asaltando momentos de emoción intensa, pero dejo que se exprese, con conciencia, y luego la suelto y continúo con el Aquí y Ahora. Y me sorprende porque tenía miedo de olvidarme de él, de mi hijo, pero alegremente veo que no es así en absoluto. No alimento sus recuerdos, pero lo siento más vivo. Prefiero mil veces esto a vivir en el pasado.

A veces la persona en duelo no tiene acceso a buenos recuerdos del fallecido, la aparición de estos será también una señal de que se está dando pasos firmes en un proceso de transformación.

La menor frecuencia de la aparición del dolor psicológico y la disminución de su intensidad, serán positivos indicadores en el camino de recuperación.

A causa del estigma social que rodea al suicidio, existen muchas personas que han escondido la verdadera naturaleza de su pérdida, siendo ésta un secreto. Así muchos sufren aislados y en una dolorosa soledad. El silencio que les envuelve a menudo dificulta la sanación que proviene de poder expresar su pérdida. Incluso dentro del sistema familiar, a veces se suele rodear al suicidio con un muro de silencio, con la creencia de que protegemos a los demás si no mencionamos nada acerca del trágico suceso, lo cual dificulta todavía más el necesario proceso de duelo.

Pocas experiencias podrán ser tan demoledoras como el suicidio no contemplado de un ser querido. Es muy común la afirmación de la necesidad de poder compartir, de haber estado con alguien que hubiera vivido la misma experiencia…

El grupo de apoyo será una excelente herramienta curativa para facilitar un espacio en el que no estén sólos/as y que al principio por doloroso que pueda parecer será un buen comienzo para transformar el enorme dolor de la pérdida. Esta es la experiencia de alguien que forma parte del grupo de apoyo de Pamplona:

El grupo de apoyo me aporta en primer lugar compañía en este suceso que tanto me ha afectado. No porque la necesitara, pero me la da. También tranquilidad, porque no puedo cansar a nadie con mis vivencias, ya que compartimos una experiencia vital común. Recibo mucho respeto y también lo doy. Me permite expresarme y gracias a la dirección y acompañamiento del terapeuta y compañeros ahora conozco mucho más mi sufrimiento y mis potencialidades para afrontarlo. Y siempre me da la oportunidad de escuchar: me aportan tanto las vivencias de mis compañeras/os…. Éstas reflejan mucho de mí y en más ocasiones de las que imaginaba me descubren emociones, aspectos de mí de las que no era en absoluto consciente . Agradezco mucho la generosidad de todas las personas que participan en el grupo, pues se comparten a sí mismas, y eso me ayuda mucho.

Este artículo pretende hacer una reflexión sobre la situación de quienes viven el duelo porque un ser querido se ha quitado la vida. Hace ya un tiempo que personas que vivían situaciones que no eran como la mayoría de la población, lo cual les llevaba a vivir escondiendo su condición: como los enfermos de cáncer, personas con VIH/SIDA, el movimiento LGTBI, etc. pudieron romper el estigma social y hoy en día son aceptados por amplias capas de la sociedad. Este cambio les ha posibilitado normalizar su situación y especialmente poder juntarse con sus iguales para poder tomar conciencia de las específicas necesidades que tienen como personas y poder así satisfacerlas.

Así pues, ésta es la tarea pendiente de ese considerable número de personas que se encuentran inmersas en “la estela de un suicidio”.

El Sentido de la Vida

Voy a empezar contando un cuento.

Es la historia de alguien que después de fallecer llega a un lugar paradisíaco, en el que hay una vegetación exuberante, con una gran diversidad de flores y frutos, cuyas fragancias y colores transmiten  al espacio una sensación de exquisita abundancia.

Se oye un murmullo derivado de la copiosa vida animal que habita ese paraje, con un sonido de fondo, de un bello salto de un agua cristalina que se divisa a cierta distancia.

La persona se encuentra tan sorprendida por la belleza y armonía del entorno, que le produce tanto bienestar, que le viene la idea de “esto tiene que ser el Cielo”.

En este magnífico escenario se da cuenta de que hay una parcela que está libre de vegetación y le llega la imagen de una casa que encaja perfectamente en el espacio y que se alinea con su gusto arquitectónico. De repente la casa se materializa.

Entra en la casa, se encuentra fascinado pues la decoración se adecúa a su concepto con una elegancia y refinamiento inusitados. Al llegar al salón ve un mullido sofá sobre el que se deja caer tirado por la gravedad y en su posición desgarbada  le viene a la mente su tema musical favorito e inmediatamente empieza a sonar con una calidad excelente.

Después de una fabulosa audición de sus temas favoritos, siente hambre, decide ir a la cocina mientras se acuerda de su plato preferido, el cual aparece exquisitamente cocinado. Siente el deseo de acompañarlo con un delicioso vino y en una fracción de segundo dispone de una botella de un singular caldo.

Vuelve al salón donde se repantiga en el cómodo sofá, se acuerda de una melodía de la que disfrutó en una etapa de su vida y de nuevo su sonido le envuelve. Se siente sorprendido de que todo deseo sea súbitamente saciado, se acuerda cómo en su vida anterior sufría por no poder satisfacer tantos anhelos y siente la euforia  del poder que le confiere su nueva situación, en la que hasta el más mínimo capricho es colmado.

Está anocheciendo y  le invade cierta sensación de soledad, siente el deseo de alguien que pudiera aplacar sus necesidades de afecto y compañía, ipso facto suena el timbre, acude a abrir la puerta y con gran asombro es testigo de una persona que con una espectacular estampa le dice:

Hola, tengo muchas ganas de conocerte”.

Le invita a pasar y en esos primeros compases del mutuo conocimiento se da cuenta que su amor a primera vista es correspondido. El encuentro es una escalada de intensas sensaciones y emociones agradables que configura la más sublime noche de amor. Justo antes del descanso del sueño ante tan vívida experiencia, le viene una voz interna que le dice:
Definitivamente esto es el CIELO”

Los días trascurrían de manera suave, pero poco a poco iban perdiendo su brillo inicial, la rutina se encargaba de menguar aquella naciente dicha, además cada vez le resultaba más difícil encontrar nuevas experiencias que mantuvieran encendido su gozo.

La insatisfacción empezaba a asomar en su nueva vida, no podía comprenderlo, tenía el acceso a todo lo que un ser humano podía aspirar y sin embargo no podía sostener su felicidad. Además de forma gradual iba tomando conciencia de que su deseo se había intensificado y que de manera compulsiva se iba trasformando en un ansia insaciable.

En la lejanía, alguna vez que había hecho una larga caminata, había divisado la imagen de alguien que respondía a la idea de Dios, un Señor mayor de pelo cano, que con una túnica blanca se encontraba en una postura contemplativa. Cuando lo vio pensó que era mejor no ir a hablar con Él, ya que el diseño de su actual vida era tan perfecto, que no fuera a ponerse en entredicho.

La situación empeoraba y por fin tomó la decisión de ir a conversar con Dios. Una vez en su presencia después de presentarse y mostrarle su respeto le dijo:

Siento mucha gratitud por todo lo que estoy recibiendo, pero me encuentro tan contrariado que me gustaría bajar al infierno una semana para poder así valorar todo lo que dispongo”.

Dios que se encontraba con una mirada perdida, le miró a los ojos y con un tono grave le contestó:

Y dónde crees que estás pues”.

Esta es la trampa en la que nos encontramos, la sociedad en la que vivimos nos trasmite la idea de que a mayor consecución de logros, nos hallamos en una posición más favorable para  acercarnos a esa tan anhelada felicidad.

Puedo recordar en mi trayectoria vital esos momentos en los que disponía de auténticas quimeras, en las que mi ensoñación interpretaba que su obtención era el camino hacia una dicha duradera. La experiencia me demostró que la materialización de aquellas proyecciones: pareja ideal, maravilloso trabajo, aprendizaje de habilidades… no me proporcionaban aquella alegría perdurable que tanto anhelaba.

No hemos recibido un manual de instrucciones que nos guíe en ese intento de dar sentido a nuestras vidas, hay mucha gente que no lo echa en falta y siguen como el/la protagonista del cuento, empeñados en conseguir la felicidad a través de la consecución de experiencias agradables.

Algunas/os de nosotras/os a causa de la insatisfacción emprendemos un camino de búsqueda en el intento de  comprender como necesitamos reorientar nuestras vidas.  Incluso hay otras personas a quienes la vida les desafía con grandes retos y en vez de resignarse a ser una víctima,  la aparente desdicha que asoma en sus vidas,  es el origen de un discernimiento que les ayuda a transformarlas de manera significativa.

Hace años leí un libro “El hombre en busca de sentido” de Viktor Frankl, me trasmitió admiración y más comprensión acerca del significado de la existencia humana. Esta persona cuenta como siendo víctima el holocausto nazi; allí perdió a su mujer, a sus padres y a muchos/as amigos/as, dio sentido a su experiencia en una de las mayores atrocidades que ha cometido el ser humano sobre sus semejantes.

Venía a decir: Nos quitaron hasta la dignidad, pero hubo algo  de lo que no nos pudieron despojar y eso fue, con que actitud queríamos vivir aquella horrible experiencia. Algunos de nosotros optamos por ayudar a los que lo estaban pasándolo peor y ese fue el motor que nos hizo sobrevivir a aquella maquinaria de exterminio.

En la medida que pasa la vida voy comprendiendo que el deseo centrado en mí mismo no es una fuente de satisfacción duradera y además muchas veces es la causa del conflicto con mis semejantes. Sin embargo el interés y el apoyo desinteresado a quienes lo necesitan no me llevan a la euforia, sino que a una sensación de mayor dicha interior.

Me viene a la mente el bello poema de Rabindranath Tagore:

“Soñaba y creía que la vida era alegría,
Desperté y comprendí que la vida era servicio,
Serví y descubrí que el Servicio es alegría”.

Nota. Con este escrito no pretendo decir que el Servicio es el Sentido de la Vida, sino que es un importante ingrediente para dar significado a mi existencia.

Del fondo del pozo a la vida

No tengo alma. No tengo vida. Ya no existo….

Esa tarde… me dijeron: “Ha muerto” “Se ha quitado la vida”

¿Pero qué es esto? Pero esta crueldad de la vida, ¿¿¿es posible que exista????

Mi vida, mi vida, mi amor, ¡¡¡si apenas unas horas antes te había dejado en casa!!!! No es posible… No puede ser…. ¿Esto es un sueño? Pienso, siento que necesito aunque sea tu último abrazo, una última sonrisa tuya, ver que tus morenos ojos me miran… ¿Y no lo voy a tener?

Mi vida, mi amor, ¿tan lejana a ti estaba que ni siquiera lo intuí? ¿Tan lejana que no pudiste confiar en mí? ¿Tanto te fallé? Mi vida, mi amor, perdóname. Sólo necesito tu perdón y ya no lo puedo oír.

¿Cómo se puede soportar esto? Mi alma no puede.

Sólo quiero amarte y no estás. De repente, no estás. Y no vas a estar. Y necesito desesperadamente amarte y darte todo lo que necesitabas. Pero sólo hay dolor. Un dolor inimaginable para mí. Mi vida, mi amor… es tan inmenso, tan ardiente, que si tú siquiera lo hubieras podido intuir, sería imposible que te hubieras quitado la vida. Porque si tu sufrimiento no lo has soportado, mi dolor te habría espantado. Nadie que quiera a alguien, le puede dejar este legado. Legado de destrucción total, un legado de muerte que cada día, cada hora vuelve a comenzar, se renueva como una pesadilla interminable.

Pesadilla que conforme pasa el tiempo, cada vez aumenta más y más su intensidad. No entiendo cómo mi cuerpo, mi corazón, no han saltado hecho añicos, no entiendo cómo sigue bombeando, si yo ya he muerto de dolor. Qué pesadilla que mi cuerpo siga viviendo, que mi corazón siga latiendo…. ¿Pero cómo no se ha parado ya en seco ? ¿Es su propia inercia?

Amor mío, ¿por qué me apartaste de tu mente, de tu corazón? ¿Acaso pensaste que con el tiempo lo superaría? ¿Acaso imaginaste que podría vivir sin ti? ¿Acaso pensaste que eras prescindible? ¡¡¡Mírame: yo soy tú, tú eres yo, estamos unidos, íntimamente unidos!!!. ¡¡Somos uno!!! Adoro tu sonrisa, adoro tu voz, adoro tu Ser. Hagas lo que hagas, pienses lo que pienses, seas quien seas, en tus más profundos fracasos, te amo y sólo te siento a tí, único, maravilloso, adorable. ¿Ves? Es amor. Sé que me amabas profundamente, pero te enredaste poco a poco y fuiste perdiendo tu abanico de mirada, lo fuiste reduciendo a tu angustia, a tu sufrimiento, y éstos inevitablemente comenzaron a aumentar y a aumentar y así te fuiste olvidando de tantas cualidades tuyas, de tanta maravilla que eras, de tanto amor que te rodeaba…. Y todo esto no lo supe ver…¡¡ cuánto dolor!!

Te amo tanto que hasta sentí que hubiera sido mejor no haberte conocido, para que este insoportable sufrimiento no hubiera aparecido. Pero tú sigues grabado en cada poro de mi piel, en cada cachito de mí. Y tengo que soportar seguir viviendo. Los minutos se hacen eternos, estar viva una hora es un esfuerzo de titanes. ¡Y mira que ha pasado tiempo….! Porque tu ausencia y la culpa me matan a cada instante. Y me reprocho, ¿cómo no pude darme cuenta? ¿Cómo te tuviste que sentir en tu soledad callada? ¿No merecí tu confianza? Y me respondo: “todos estos años…. te fallé” “no supe estar a tu altura”… Te imagino una y otra vez sufriendo, en una intensidad que yo no percibía, y sintiéndote sólo, sin mi apoyo, sin mí, porque yo estaba ocupada, y ¡¡eso me mata!!

Miro el pasillo de casa y pienso que no volverás a aparecer en ninguna de sus puertas. ¿Esto es la vida? En un instante ya no estás y ya no vas a volver a estar.

Y pido perdón a los vivos, a los seres amados que viven a mi lado. Os grito desesperadamente: ¡¡¡no me abandonéis, no me dejéis de lado, seguid cuidándome, aunque haya pasado el tiempo, amadme, os necesito!!! Pero por favor, perdonadme porque no os puedo mostrar mi amor, no os puedo devolver nada, porque estoy muerta. No tengo fuerzas, no tengo vida para no fallaros, para daros lo que necesitéis de mí. Lo siento. Y os suplico, no me pidáis que lo supere, no me pidáis que esté bien, pues es una tortura añadida… Ya no puedo más. Lo siento. ¿Dónde están los sentimientos?… Se han ido. Estoy vacía de ellos. Todo lo copan el dolor y la culpa.

Leo este escrito que hice hace menos de tres años, y me doy cuenta del camino hecho. Es un proceso en el que durante mucho, mucho tiempo no se ve luz, no la hay. Me resultaba increíble y además imposible imaginar que pudiera ni siquiera haber una mínima posibilidad de poder llegar a vivir con un mínimo de sosiego. Suponía que eso era para otro tipo de personas, pero no para mí. Yo no podía vivir con semejante sufrimiento, y éste era imposible que pudiera disminuir porque la realidad de los hechos y de mis propios “fallos” eran y son innegables. Entonces, ¿qué otra forma de mirar había? ¿Qué otra forma de vivirlos había? Hoy puedo decir que vivo en paz. A veces me emociono, cuando me surgen recuerdos, sensaciones…, o cuando leo sobre lo que he vivido, y sigo en paz, porque me comprendo. Comprensión que abarca también todos esos “fallos” que tuve. También sé que estuve sujeta a la vida durante mucho tiempo por un hilo fino, muy fino, al igual que les ha pasado y pasa a muchos sobrevivientes al suicidio de un ser querido, donde la muerte parece que es la única salida real a la necesidad imperiosa de descansar de tanto sufrimiento.

Este camino es duro, muy duro, pero es posible y muy real. Para mí fue como si de repente, se me hubiera transportado de mi mundo (completamente normal, con sus alegrías y sufrimientos) a otro mundo absolutamente infernal, donde sólo hay dolor y dolor, y sufrimiento y sufrimiento, sin descanso, continuo…¡¡¡y sin salida!!! Instalada allí por la realidad de los hechos, la imposibilidad de volver a mi mundo anterior con la oportunidad de poder corregir toda una serie innumerable de “fallos que tuve” y así volver a tenerle junto a mí me sumergió en una espiral de autodestrucción psicológica emocional absoluta. Afortunadamente en medio de esta vorágine tuve el sostén de personas que me querían muy profundamente, y también de una en especial que me transmitía que había salida. Un ejemplo para mí al que me agarré desesperada. Para ello tuve que aceptar que estaba en ese mundo infernal, en ningún otro, y comenzar a observar cómo funcionaba, qué mecanismos son los que lo rigen, profundizar hasta llegar a conocerlos. Porque ese mundo infernal lo creaba y alimentaba yo. Poco a poco, muy poco a poco, fui desarrollando la claridad psicológica para decidir salir de ahí. Con muchos e intensos altibajos, comencé a andar un camino que parecía invisible. Hoy sé que he salido de ahí, y sobre todo, vivo en paz con los hechos. Y qué duda cabe, mi comprensión y conocimiento de muchas cosas se han desarrollado como no me imaginaba, tal y como describen tantas y tantas personas que han podido traspasar experiencias traumáticas y dolorosas. Pero sobre todo, sé que todos tenemos esas capacidades, las mismas, y que el sufrimiento nos dirige a ellas cuando necesitamos salir de él. No hay nadie especial que esté “tocado por una estrella”. Como personas humanas que somos, todas llevamos con nosotros un mundo de posibilidades personales de las que no somos conscientes, en muchos casos, hasta que nos toca hacerlo por la realidad de los hechos.

La ayuda de personas que han transitado por este camino en muchos casos nos resulta necesaria. Es el caso de quienes hemos iniciado esta asociación. Por ello, nuestro principal objetivo, es estar ahí, acompañarnos en estas circunstancias tan duras para ir transitando por ellas, rompiendo la soledad en el sufrimiento que es tan habitual en los que quedamos tras las muertes por suicidio de nuestros seres queridos, soledad aún más intensa al estar alimentada por el tabú que nuestra cultura ha instalado en la sociedad y que ha hecho que se silencie y se aleje lo más posible de ella todo lo que rodee a la realidad del suicidio.

Elena Aisa

Primera reunión de socios

El día 2 de noviembre se celebró la primera reunión de socios/as desde que se formalizó nuestra asociación.